Foto por José Llompart |
Las calles que me alumbraron los pies al correr siguen vivas. Hay un clamor que pasa la palidez del suelo, la falta de pintura y de un techo para la cancha que algún día soñamos jugar sin que nos quemase el sol, mas en nuestras pieles y sudor quedaba reflejada la fe de nuestra inocencia. Hay un espacio que todavía aguarda el bagaje de aquellas emociones que sentíamos en muchos momentos. Recuerdo a Luisma, Junito, Titongo, los Capelez, Gandu, Serrucho, Bebe y la admiración por Lito y los muchachos del caserío.
Ahora que el espacio clama su verdad que se extirpó por nuestros pies porque dejamos de correr las calles te digo José, que me ando un poco menos, menos que en ese tiempo. Recuerdas cuando andábamos desde la simpleza del vacío del bagaje de nuestra limpieza conceptuando el vivir. Ahora nos preguntamos si sabemos hacerlo, al menos yo, no sé tú. Sucede que Junito, como otros ya no se andan por ahí como antes y te digo que no entiendo el espacio, que aún es tan igual, pero falta la inocencia de nuestras voces y la persistencia abortada que guardan las esquinas. Sucede que ahora hay unos marcos que no se han cumplido y ustedes se hacen impetuosos aspirando a la contextura cerrada de esas metas del contorno, inexistentes cuando jugábamos escondite en la acera. Sucede que morimos de maneras distintas. Pasa que cuando chamaquitos no había que clamar para tanto ya que tuvimos aquel techo inacabable que no nos reprochaba el mundo. Sucede que ahora vivimos al borde del resquicio de alguna manera distinta, yo observo el marco de las metas con tristeza y tú lo vives llorando. No sé quién de los dos sea más perecedero. José es que yo me acuerdo de aquella alegría que se remitía de aquel mundo que hoy aupamos, y no sé por dónde se camina para recuperar aquellas líneas simples que alguna vez nos planteamos caminando por nuestras calles, o sentados en los blichers a las 3 de la tarde luego del receso del juego. Sucede que aquellas ganas de ganar que sentíamos eran tan genuinas que no había tristeza que asomase a una derrota como ahora. Todavía queda el remanente de aquellos espacios que guardan mi memoria, pero José, dime tú qué se tiene con observar el mismo sitio con emociones que ya no hallo. Me pasa que me consta que no encontraré aquel vivir de día a día fuera de una conversación que me aclara la diferencialidad del tiempo y el espacio inalcanzable fuera de nuestras voces como puentes. Sucede que el escapismo fue siempre nuestra salida, mas veo que todos lo han hecho de manera distinta. Las cercas rotas de la gallera que nunca se restauraron quedaron en nuestras manos para siempre eternizando las maneras de quererse en la simpleza de un juego genuino. Aquellas largas conversaciones vacías que tuvimos aún viven por la pureza de un buen saludo. Aquellas palabras vivas que contrarían nuestros ahoras fuera de aquel espacio que fue. Ahora te digo José, que aunque el ahogo parezca abarcar dentro de tu cerco, a veces, yo soy un observador que perece hace mucho tiempo sin haberme mojado los pies en la laguna que ha respirado todo el olvido de nuestros hermanos. Todo queda en el puente de un abrazo y una palabra de aquel entonces que eternice la imagen de este espacio borrado, que no permite a nuestros cuerpos serles perennes.
Gegman Lee
Poeta y Narrador puertorriqueño. Socio fundador de la revista artesanal Parheli0s, y de la actividad La Poesía del Jueves. Cursa estudios de Comunicaciones e Historia en la Universidad de Puerto Rico.
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