Con tanto trabajo que tengo, el tiempo que le puedo dedicar a la lectura se ha reducido al que paso en el trono. Ese tiempo varía por distintas razones, entre ellas: la dieta que he tenido los días anteriores; si tengo prisa para irme al trabajo; o lo interesante que se ponga el libro de esa sesión. La idea se me ocurrió porque estoy leyendo el libro “Decirla en pedacitos” de Guillo Rebollo, y lo estoy leyendo -literalmente- en pedacitos.
Por suerte, “En Pedacitos” está compuesto de textos cortos de una o dos páginas, lo que lo hace conveniente para ese tipo de lectura. La realidad es que estoy bien atrasado en la lectura y tengo varios libros comenzados. No sé si seré el único, pero últimamente se me ha hecho difícil terminar un libro de un tirón. Sospecho que tiene que ver con mi estado de ánimo y el interés que tenga en ese momento en que llego a la puerta del baño. A veces estoy en las de leer poesía, otras en las de continuar una novela, y de vez en cuando quiero leer textos religiosos o de referencia política.
Tengo una biblioteca considerable, pero más es un almacén de libros leídos o que se quedan de referencia. Se me hace difícil salir de los libros que termino, y acaban en los libreros, o encima de la mesa o alguna silla. Finalmente, perdí casi todos los libros que estaban en la última tablilla de abajo durante la más reciente inundación en mi casa, cuando el Río Piedras se salió de su cauce. Esa me dolió porque los libros que estaban en esa - la tablilla más profunda, eran los libros grandes “de arte”... los más caros.
Pero a lo que vamos: los libros que leo ahora mismo parece que gravitan en estibas sobre temas similares. Los de poesía se juntan con los de poesía, los de religión con sus pares, y las nenas con las... digo, las novelas con las novelas. Veamos.
Sobre el estudio espiritual, están el Bhagavad Gita y El Libro Tibetano de la vida y de la muerte; el Libro de Ayurveda; Ecoyoga; Iluminación; Guerrero espiritual; Karma; y “The zen of social media marketing” que voy a usar en mi clase de publicidad dentro de pocas semanas. Todos los libros sobre espiritualidad oriental, budismo e hinduismo porque ando en esa onda hace mucho tiempo.
Alguna gente prefiere leer el periódico cuando está en el baño. Personalmente creo que es muy incómodo, porque el tamaño del tabloide versus la posición en que uno se encuentra resulta inadecuada. El tamaño de un libro como tal, me parece muy apropiado, porque inclusive puedes usar el borde de la bañera como mesita auxiliar en lo que terminas los menesteres.
En la estiba de novelas, aparte de “Decirla...” está “Sospechas de la euforia”, también de Rebollo-Gil - que es poesía - pero ellos se juntan. Los Ñeta, de José Montijo; El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vázquez; The New York Trilogy, de Paul Auster; Flor de ciruelo y el viento (la novela china tropical), de Rafa Acevedo. En este grupo está la biografía de Don Pedro Albizu Campos, de Marisa Rosado - que no es novela pero se lee como una. Lo que me capturó de este libro es que al principio hace el recuento de un suceso que se dio en la barbería Salón Boricua de Barrio Obrero en el 1950 con un barbero llamado Vidal Santiago. Esa historia yo la había escuchado cuando muy niño, de parte de Tío Quique - un tío de mi papá, que a la vez era mi padrino - que nos visitaba algunas noches y que estuvo presente ese día del suceso de la barbería y nos lo contó con detalles. Leerla fue como revivir el momento en el balcón de mi casa, cuando la escuché por primera vez.
En el grupo de libros de teatro, que no podía faltar, ahora mismo hay un ejemplar de El gran circo Eucraniano, y uno de Absurdos & Co, ambos de Myrna Casas. 20 Plays of the Noh Theater, que me apasiona, y una versión ilustrada de Macbeth, mi obra favorita del bardo. Las prácticas de la carne, del amigo Félix Jiménez se coló en este grupo... pero conocí a Félix a través de mi trabajo en teatro, así que inconscientemente lo coloqué ahí. En este grupo también está la cajita del Kindle, el libro electrónico que uso a menudo, pero que no acabo de asimilar. No sé. Hay una noción romántica detrás de las páginas escritas de papel, que aún no puedo soltar.
También en la estiba de poesía hay polizones: Sofrito- The Essence of Puerto Rican Cuisine y Los Caminos del Café - pero hay quien dice que el café y la buena comida son poesía también. La Obra Poética de Juan Antonio Corretjer; La Casa de la Forma de Ché Meléndez; Los Primeros Libros Poéticos de Matos Paoli; y Biografía para encontrarme, de Benedetti. Lo que está arriba es la más reciente edición de Parhelios, la revista artesanal, que es algo que pienso releer muy pronto.
Si no fuera porque el baño crea demasiada humedad, sería el sitio perfecto para colocar un librero y tenerlos todos a la mano. A veces entro con algo que creo que quiero leer, y a mitad de lectura me aburro y quiero cambiar, pero... “too late”. La próxima vez será. Otra idea que se me ha ocurrido es colocar un inodoro en la biblioteca. La humedad no sería tanta porque no está la ducha, y así mato dos pájaros de un tiro. Tengo que cotejar, porque puede que el costo de mover la tubería sanitaria sea prohibitivo en este momento de crisis financiera. La mía.
Mientras tanto, seguiré con estibas de libros cerca de la puerta del baño, para cuando la necesidad de leer apriete.