sábado, 17 de diciembre de 2016

Uno, dos, tres... ¡Ponchao!

Un “ponche” era una bebida que preparaba mi abuela. Batía una yema de huevo con azúcar hasta que tenía una crema suave, le añadía leche fría, un poco de sal, esencia de vainilla, y me lo daba para remediarlo todo... desde hambre hasta fiebre alta. 

Supe de alguna gente lo tomaba con “mosto” o jugo de uva en vez de leche, pero nunca probé esa versión ni tengo intenciones de probarla. Una yema de huevo cruda con jugo no me apetece.




El Ponche Romano
Ponche Romano en La Ceiba, San Juan de Puerto Rico.
Cuando empezaron a abrir algunas reposterías españolas en San Juan, como La Ceiba, Kasalta y España, de repente el ponche era una confección con bizcocho, cremas, dulces y almíbares llamado ‘Ponche Romano’. 

Es un postre vistoso por la manera y el tamaño en que lo montan, y llama la atención por la complejidad que representa, e incluye desde segmentos de tocino del cielo, hasta capuchinos. Los bordes tiene almendras y otras nueces rebanadas, y en general es un postre bien postre.


El Ponche Segoviano
Ponche Segoviano en El Mesón de Cándido, Segovia.
En un reciente viaje a Madrid, encontré un tercer ponche: el Segoviano. Éste resulta ser otra confección tradicional de bizcocho, con mazapán y crema pastelera, cubierto de un azucarado con segmentos caramelizados bruleé en forma de diamante. Aunque es más modesto que el romano, sigue siendo llamativo por lo complejo. La versión del ponche Segoviano que probé fue la del Mesón del amigo Cándido, y eso de por sí aseguró una experiencia extraordinaria.


El Ponche “Trifle”
El trifle, la versión inglesa, tiene algo que ver con ésto porque lleva los mismos ingredientes básicos del ponche, aunque montado de forma diferente. El trifle se prepara en un envase de cristal en forma de copa, en el que se distinguen las capas de crema, bizcocho y frutas por los lados. En este caso se diseña de tal manera que las frutas, las capas de bizcocho y cremas se vean elegantes por los bordes. De hecho, en Austria y Alemania, al trifle se le llama Punschtorte. “Punsch”... ¿get it?

La experiencia del montaje
Este pasado Día de Acción de Gracias me comprometí a llevar un postre a la cena familiar, para obligarme a preparar uno de los ponches, fotografiar el proceso para finalmente escribir este texto. Ya a última hora me decidí por el trifle que me pareció ser el más fácil de hacer. Opté por una versión con la combinación clásica “neapolitana” de vainilla, chocolate y fresas. 

Estaba un poco tarde y aunque quería preparar el bizcocho y la crema pastelera desde cero, tenía que adelantar en algo. Recordé una conversación que tuve con Jaques Pepìn, el famoso chef francés, que me dijo “Mira Jose, a veces hay que echar mano de productos que ya vienen a mitad de preparación: Vegetales cortados y congelados, masa para tartas o crema batida. Piénsalo como si ese trabajo lo adelantara tu sous-chef, y tu lo que haces es terminar el plato.” Esta idea, por lo menos me quitó un poco de presión sobre el proyecto. Si lo dice el respetado Monsieur Pepìn, que inclusive escribió el libro de cocina The Short-cut Cook basado en este concepto, es algo completamente aceptable.

De los cuatro ingredientes que necesitaba: bizcocho de chocolate, crema pastelera, fresas frescas y crema batida, pensé que podía usar un bizcocho instantáneo.  De todos modos conseguí uno de calidad, y le añadí cocoa en polvo para quitarle el sabor “a cajita”. 

Para el montaje planifiqué hornear parte del bizcocho en un molde redondo del tamaño de la copa, y la otra parte en uno cuadrado para poder cortar rectángulos que sirvieran de rayas verticales. En el momento de montarlo le añadí un poco de almíbar infusionado con canela para compensar el dulzor que le quité echando la cocoa amarga, y con todo y eso no quedó muy dulce.

Corté por la mitad las fresas con que iba a decorar el borde, y en pedazos más pequeños las que iban a quedar escondidas. El postre no se sirve en lascas cortadas, sino con un cucharón así que me interesaba que los pedazos fueran lo más pequeño para la facilidad a la hora de servir.



La crema pastelera, es otra receta clásica que nunca había intentado hacer, y fue un proyecto en sí. Seguí la receta al pie de la letra, y en par de momentos estuve convencido de que se había dañado... pero finalmente - y como por arte de magia - de repente cuajó. El sabor, que tampoco era extremadamente dulce, me dio un par de ideas sobre la próxima vez que la intente, porque la voy a hacer - una vez con ralladura de limón, otra con chocolate, y también de café.

A última hora también opté por la crema batida comercial, más bien por la manera de transportar el postre. Pensé que si terminaba de decorarlo en la casa, iba a llegar a la cena demasiado maltratado. Lo monté hasta el borde, tapado con una lámina de plástico y me llevé la crema batida y las cerezas aparte para montarlo al llegar.


Finalmente el postre fue un éxito en la cena. No solamente porque era delicioso, no era demasiado dulce, y sobre todo, la manera de servirlo por cucharadas como si fuera mantecado, resultó ser algo innovador. Ahora a ver si me atrevo a meterle mano al montaje de los otros ponches, incluyendo al de mi abuela. Ese no es difícil de preparar, y yo a veces necesito algo que lo remedie todo... desde el hambre hasta la fiebre alta.



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sábado, 3 de septiembre de 2016

Si hay que moler vídrio, darling, que sea de bohemia.

La premisa de su primera novela es brillante. Cuando entiendes por qué su protagonista nunca muere, te cuestionas muchas cosas que siempre has creído “por fe”. Esa antigua tristeza lo estableció como un autor importante, e inclusive lo llevó a enseñar el arte de la escritura creativa a nivel universitario.

José Borges y yo somos amigos hace años por la web, y recientemente somos amigos en persona. Con contadísimas excepciones, siempre hablamos de comida. Que va a guisar un conejo ese finde, que consiguió una pata de cordero, que comió jabalí ayer... 


Foto suministrada.
– “Habiendo pollo, cerdo y res. ¿por qué siempre buscas carnes poco usuales, como el venado?” le pregunté.
– “Precisamente por la diversidad”, me contestó. “Me gusta probar con carnes exóticas.” 
– “Oye Jose... me gustaría hacer un artículo sobre el autor como aficionado a la cocina... ¿te atreves?”
– “Vamos a hacerlo.”
Supe que era un empedernido “cocinillas”, como se le llama a los foodies en España, un día que yo me quejaba de no conseguir una paellera, y él me dijo dónde conseguirla. Pensé “éste debe cocinar a menudo”. Más adelante compartió sus experiencias en la cocina, como autor, y como parte de la industria de la comida, en la cual en un momento incursionó.

Originalmente estudió Administración para Empresas de Aviación, en la Florida. Al  graduarse, se mudo cerca de la sede de la compañía de aviones Boeing en Seattle, Washington, pensando que era el paso lógico. En lo que esperaba que lo reclutaran tomó un curso de bartending y comenzó a trabajar en distintos locales de bebida y comida, en los cuales se se contagió con el interes por la gastronomía. Su carrera en las aerolíneas no prospero, pero en la industria de comida y bebida enseguida alzó vuelo.

Comenzó como bartender en el aeropuerto de Seattle y de allí pasó a un puñado de restaurantes de la ciudad. Una vez en Puerto Rico, ocupó varias posiciones en el hotel Westin - ahora Gran Meliá- desde Supervisor de Comida y Bebida en los Restaurantes Marbella y Coquí, hasta Coordinador de Eventos en el Campo de Golf, y finalmente en Santillana.

Uno de los eventos clave en su interés por la comida, fue una convención de chefs en donde compartió con expertos de la talla de Wilo Bennet y Jesús Ramiro. Con este último estuvo de un seminario de preparación de paellas. A raíz de esto se interesó por experimentar con la cocina española, “vino, tapas... recetas que quería intentar”, comenta. También se interesó por las recetas italianas “como los bocatinni amatricciana, que preparo con pancetta y pique, que en casa gustan mucho”. Ya con un fuerte bagaje en la industria de la gastronomía, estuvo cinco años en el desaparecido restaurante argentino Ummo en el Condado, la parte turística de San Juan.

Para esa época contrajo matrimonio con Alexandra Rodríguez, con quien tiene su hija llamada Melián, de tres años. En su viaje de luna de miel viajaron a Praga, porque les sedujo la canción “Cristales de Bohemia” de Joaquín Sabina. 
Praga, barrio de Malå Strana. Foto suministrada.
En el Puente de Carlos aprendí 
a rimar cicatriz con epidemia, 
perdiendo los modales: 
si hay que pisar cristales, 
que sean de bohemia, corazón. 
Ay! Praga, Praga… Praga 
donde el amor naufraga 
en un acordeón. 
Ay! Praga, darling, Praga 
los condenados pagan 
cara su rendención. 
Tomaron del famoso vino de Moldavia, y como en otoño es la temporada de caza, celebraron comiendo venado. Desde ahí continuaron viaje en un crucero mediterraneo, de Barcelona a Italia, y regresaron a Madrid.

En la larga conversación que tuvimos, hablamos de muchas comidas exóticas y algunos de los restaurantes que las sirven en Puerto Rico, como La Cucina Italiana di Franco e Gemma en Toa Baja; Hummo en el Condado; La Bodega Vasca en Guaynabo; El Asador de San Miguel en Naranjito; El Mesón de Melquiades en Cayey. Alguno que inclusive ha celebrado un Festival de la carne exotica, en el cual han incluído bisón y avestruz.

Foto suministrada.
En su casa, como chef, prepara algunas carnes que consigue a en los lugares tradicionales, como cordero en Supermax y venado en Fresh Mart. Explica que por el sabor fuerte que tienen estos cortes, el condimento que utiliza es bien básico: Sal kosher, pimienta, mantequilla y aceite de oliva. “Tomillo, romero para alguna carne... orégano para las salsas, y menta”, explica. Con lo que no puede bregar es con los postres, probablemente por la estricta química que hay que seguir para confeccionarlos. “Seguir reglas no me apela, como los escritores,” comenta.

Foto suministrada.
Una vez terminada su Maestría, en el 2010 publicó su novela Esa Antigua Tristeza basada en la vida del personaje bíblico Lázaro, después de que Jesús lo rescata de la muerte. Ese mismo año el periódico El Nuevo Día la seleccionó como una de las tres mejores novelas publicadas y ganó el premio Mejor Novela en los premios del PEN Club de Puerto Rico. 

Foto suministrada.
En el 2013 publicó su segundo libro, Fortaleza, una historia basada en la escena política de Puerto Rico. Ya pronto sale a la luz su próxima novela que trata el tema de alimentación y la gastronomía. Mientras eso pasa, a Borges se le puede leer en la reseña literaria y en editoriales del periódico El Nuevo Día. También en el Campus de la Universidad del Sagrado Corazón, en donde es profesor.
Para nuestros lectores, José ha ofrecido una sabrosa receta fácil de hacer para cambiar la rutina de la res, el cerdo y el pollo: Pata de cordero con menta y queso de cabra, que reproducimos al final del artículo.

Para conseguir carnes exóticas
Foto suministrada.
“Casi toda la carne exótica se consigue por temporada, como el venado,” comenta José A. Pérez de Inland Specialties, una compañía que por más de veintitrés años se ha dedicado a la importación de ese tipo de carne a Puerto Rico. “Hay otras, como el búfalo, que están disponibles en cualquier momento y vienen en distintas alternativas y cortes como los short ribs y las hamburguesas. El cordero y el jabalí también se pueden comprar durante todo el año”.
En una presentación para chefs a la que fuimos invitados hace varios años, Pérez hizo una demostración de todas las carnes. En aquel momento asaron las muestras para que los participantes probaran las diferentes texturas, sabores de los cortes y los utilizaran en sus restaurantes. En Puerto Rico son varios los locales que ofrecen las carnes exóticas como parte de su carta regular.
Foto suministrada.
“Otras carnes que son muy solicitadas son el canguro, el cocodrilo y las ancas de rana”, explica. “Aparte de las aves que son más fáciles de conseguir en el mercado, como el avestruz, el ganso, las codornices y los patos.”
Para asegurar la frescura de las carnes, Inland Specialties importa los pedidos en el momento en que se hace la orden, y la entrega a más tardar dos o tres días después. Para mayor información y órdenes, te puedes comunicar con José A. Pérez por e-mail a: inlandspecialties@gmail.com.

Para cultivar la menta
Yerbabuena (spearmint)
La menta es un género herbáceo en las que se incluyen varias plantas, entre ellas el híbrido que conocemos como menta común (Peppermint en inglés, de nombre botánico Mentha × piperita), y la yerba buena (spearmint en inglés, de nombre botánico Mentha picata). Son de origen Europeo y se utilizan a través de todo el mundo para la confección de guisos, tragos (como el mojito cubano) y hasta en productos dentales.
Menta (peppermint).
“Ambas plantas tienen un cultivo muy similar”, comenta Carlos Morales del Jardín Selecto en Río Piedras. “Es necesario sembrar la menta en una tierra que retenga humedad, como en el jardín. Si la vas a tener sembrada en tiestos, tienes que regarla a diario porque no aguanta mucho tiempo sin estar húmeda”. 
Morales usualmente tiene varios tipos de menta en distintos tamaños para la venta, con precios que comienzan en menos de dos dólares.
La planta debe estar a puro sol, y se propaga ella misma a través de los tallos que le cuelgan, y una vez tocan la tierra, echan raíces.

La Receta de Borges:

Pata de cordero con menta y queso de cabra
Ingredientes
Foto suministrada.
Aceite de oliva
Sal y pimienta a gusto
Hojas de menta picaditas
Queso de cabra
Pata de cordero deshuesada y abierta

Preparación
“Lo que hago es muy sencillo. Abro la pata de cordero, le echo sal y pimienta, luego esparzo el queso de cabra,” me explica. “Cubro el queso con la menta, cierro la pata y la amarro. Sal y pimienta por fuera, con un un poco de aceite de oliva, y para el horno es que va.”

Hornea por 15 minutos en un horno precalentado a 450º F.
Reduce la temperatura a 375ºF, y continúa asando hasta que el termómetro de carnes introducido en la parte más gruesa de la pieza marque 130º, que debe ser cerca de 20 minutos. Deja reposar y corta en lascas.

“Esta es mi adaptación de una receta de Gordon Ramsay, solo que él utiliza el lomo de cordero porque en Inglaterra los carniceros trabajan más esa carne,” finaliza.


Chequea el Blog de José Borges: El blog de Borges http://www.elblogdeborges.com/


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sábado, 13 de agosto de 2016

La vara para medir torrijas

Le expliqué que le había servido mi versión del tradicional postre, y que probablemente en España era muy distinto. “No me importa”, me contestó en su perfecto español con fuerte acento norteamericano. “En lo que a mi respecta, éstas son las verdaderas ‘torrejas’. De hoy en adelante, cualquiera otra que coma habrá que medirla con éstas de referencia.”

Había sobrado un poco de pan del día anterior, y no quería botarlo, así que hice torrejas. Mi vecino Andy, un profesor de la Universidad de Puerto Rico que vivía con su esposa Isabel en el piso de arriba, vino a tomar café y se las ofrecí. Le fascinó sobre todo el suave sabor a anís que tenía el almíbar, e inmediatamente quiso que le explicara el proceso a su señora para que se las hiciera.

Desde pequeño yo comía torrejas, la deliciosa confección hecha con pan viejo rebosado en huevo, fritas y remojadas con almíbar. Las hacían mi madre y mi abuela, y eran un platillo común en mi casa. Con el tiempo vine a saber que eran oriundas de la península ibérica, que la forma tradicional de hacerlas es un poco distinta a como las hacía mami, y que era algo que no se comía en las casas de mis amigos.

El gastrónomo romano Apicio. Foto suministrada.
Un poco más adelante, por estos lares se empezaron a servir las tostadas francesas o french toast que se hacían para el desayuno en hoteles y restaurantes. Era un platillo parecido pero en versión fast-food. Pensé “probablemente son tan francesas como las french fries”, y no estaba del todo equivocado.  La primera referencia de algo que parece una torrija, la escribe el gastrónomo romano Apicio, en una colección de recetas que data del siglo IV. Ésta consiste en una rebanada de pan sumergida en leche azucarada que llama “Plato dulce”, pero no menciona el uso de huevo. Dicen que pronto este plato se hizo costumbre por toda Europa con el nombre de suppe dorate.  
Diseño en la tumba de Guillaume Tirel,
y sus dos esposas. Foto suministrada.
Allá para el siglo 14, finalmente aparece la receta de las tostées dorées, con la forma en que las conocemos hoy, en el recetario francés Le Viander de Guillaume Tirel (1326 - 1395), alias Chef Taillevent. 

Juan del Encina.
Foto suministrada.
En España, la receta aparece en los libros de cocina de principios del siglo 17. Sin embargo, ya en el siglo 16, el dramaturgo Juan del Encina menciona en una obra “miel y muchos huevos para hacer torrejas” como plato para la recuperación post-parto. La costumbre de comerlas en cuaresma probablemente surge de la necesidad de duplicar los usos del pan, sobre todo el que sobra, en una época en que no se come carne.

Las torrijas se preparan con pan de panadería o de hogaza y se “curan” en almíbar por un tiempo. Las francesas las he hecho siempre con pan de molde, dulce o brioche, en el momento de servirlas con almíbar de maple a la hora del desayuno.

Confieso que cuando comencé la documentación para un artículo sobre torrejas, lo hice pensando que éstas y las “tostadas francesas” eran productos diferentes. Con las lecturas he descubierto que son el mismo platillo, con distinta costumbre, bagaje y preparación.  Usé indistintamente los nombres “torrejas” y “torrijas” a propósito en este texto. En Puerto Rico y otras partes de hispano-américa, el término común es con e, mientras que en España lo pronuncian con i.

Puede que mi versión no sea la más tradicional por tres razones, que probablemente hacen o no una diferencia:

La primera es la mezcla para remojar. La receta tradicional sugiere que se sumerja en leche la rebanada de pan duro. Cuando absorbe la leche, se pasa por huevo batido y se fríe. Yo sumerjo el pan en una mezcla de huevo, leche, canela, vainilla, sal, y paso directamente a freír. Adelanto un paso y sabe mejor porque el interior ya lleva especias. Por ejemplo, en algunas partes de España sustituyen la leche por vino blanco para remojar antes de rebosar y freír.  Esta es una versión que no he probado.

La segunda es la fritura. Tradicionalmente se fríen deep-fried en abundante aceite de oliva extra, al que a veces le añaden cáscara de limón, y sin duda tiene un delicioso sabor. Yo las frío en mantequilla, y creo que el caramelizado de la mantequilla quemada les da un toque especial.

La tercera es el almíbar. Desde pequeño el sirop en mi casa llevaba anís. He sabido que tradicionalmente se usa canela, pero insisto que mi versión tiene un encanto especial. Se podría hervir un par de estrellas de anís en el agua por unos minutos antes de echar el azúcar. Yo prefiero hacer el sirop simple y luego echarle una onza de anissette, o licor de anís. Creo que el poco de alcohol, que ni se siente, le da un ¡bam!.

Perdí el contacto con Isa, Andy y los vecinos del pequeño edificio del área turística de San Juan en que vivíamos y que era como una familia. Pocas veces cocino porque precisamente el comer afuera es la razón de ser de esta página. Lo que sí espero es haber mantenido el standing de referencia para comparar buenas torrejas, y que siempre que Andy las coma diga “Están buenas, pero no tanto como las primeras que probé”.

Aquí les dejo la receta por si las quieren hacer en su casa. Disfrútalas.

TORREJAS
Ingredientes para las Torrejas:
1 pan duro (tipo baguette)
1 taza de leche
3 huevos
1 cucharada de vainilla 
1 cucharada de canela en polvo
Sal
Mantequilla para freír




Procedimiento:
Corta el pan en rodajas de 1 pulgada de grueso. Si el pan es fresco y no está lo suficientemente duro para mantener su integridad al mojarlo, deja las rodajas al aire hasta que se resequen un poco. Colócalas en un envase con la mezcla de leche y huevo para que lo absorban, volteando una vez para que se humedezcan por ambos lados.

En una sartén calienta la mantequilla para que se derrita. Fríe las torrejas en la mantequilla y voltéalas cuando estén doradas.

Colócalas en un envase y cubre con todo el almíbar. Deja a temperatura ambiente hasta el momento de servir o enfríalas en la nevera para que duren más. Sirve una o dos torrejas por persona, con bastante almíbar.

Ingredientes para el Almíbar:
1 taza de azúcar
1 taza de agua
1 onza de Anisette, ó 2 estrellas de anís, ó 2 palitos de canela

Procedimiento:
Para hacer el almíbar con anís estrellado o canela, hierve la especia seleccionada en el agua por dos minutos y luego añade el azúcar hasta que se disuelva.
Si vas a hacer el almíbar con anisette, combina el azúcar, y el agua, y hierve a fuego medio, hasta que el azúcar se disuelva. deja enfriar e incorpora el licor de anís. El almíbar debe estar a temperatura ambiente para empapar las torrejas.


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sábado, 30 de julio de 2016

Chocolate a la medianoche

Ya tengo la pijama puesta después de un largo día de trabajo. También tengo antojos de un postre con chocolate. Lo que no tengo es la intención de volverme a vestir y salir a comprarlo. Recuerdo que hace años estuvo de moda hornear en el micro unos bizcochos de chocolate, en tacitas de café, que se hacían en segundos.

Tengo todos los ingredientes, inclusive en la laptop tengo una receta. Lo que no tengo es intención de prenderla para buscarla. Tomo el móvil y en cuestión de nada, aparecen miles de recetas. Todas prometen algo... que si en menos tiempo, que si menos ingredientes... que si el más húmedo. Escojo una al azar, que no lleva huevos, aunque de casualidad hoy hay algunos en la nevera. Vale. Manos a la obra.

Cotejo la receta y lleva leche: Primer problema. Hace años que no compro leche regular sino en polvo, porque sólo la uso para echarle al café colado para que quede más espeso. ¡Bam! Primera idea. Si en vez de hacer la leche con agua la hago con un poco del café que sobró, el bizcocho tendrá mejor sabor... como “mocha”.

Aceite vegetal: Segundo problema. ¡Nah! Tengo aceite de oliva, y si he comido mantecado de oliva y hasta un flan con aceite en vez de almíbar... ¿Cuál puede ser la diferencia?

Azúcar. Bueno, ésta no es un problema, pero me tengo que decidir entre morena y blanca en la que guardo una vaina fresca de vainilla para darle sabor. Escojo la morena porque pienso que el sabor a caramelo y “melao” sólo puede mejorar el bizcocho.

La última decisión fue la taza. Cuando estuvo de moda, la diversión era precisamente que se horneaba en una taza de café. Innovador. Ok, pero ¿cuál es la diferencia entre una taza y un bowl bonito para presentarlo mejor? Busqué una vasija oriental de entre mi colección, que más o menos tuviera la misma cabida, y lo hice ahí.

Finalmente la receta pide un poco de Nutella para ponerle en el centro. Eso sí que no tenía, pero me habían regalado un caramelo crema de café y lo sustituí. Si ya el bizcocho tenía el sabor de café integrado, sólo podía ayudar.

Luego de 70 segundos en el micro, el postre quedó espectacular. Pude haberle echado un poco más de azúcar para contrarrestar el café, o hasta un sirop simple por encima, pero el amargor parecía ser parte del chocolate.


Aquí pongo la receta original sin los cambios que hice por si la quieres probar.  Como ves y siempre digo, experimenta en la cocina. Basta con intercambiar ingredientes con un poco de sensatez y todo saldrá a pedir de boca. Buen provecho.

Bizcocho de chocolate en taza
Ingredientes:
1/4 de taza de harina de trigo
2 cucharadas de cacao en polvo
1/4 cucharadita de baking powder o levadura química
2 cucharadas de azúcar
1/8 cucharadita de sal
1/4 taza mas 1 cucharadita de leche 
2 cucharadas de aceite vegetal
1 cucharada de Nutella

Instrucciones:
Mezcla todos los ingredientes hasta obtener una masa homogénea sin grumos.
Echa en la taza, de aproximadamente 14 onzas, dejando espacio para que crezca y no se derrame. Coloca papel toalla debajo de la taza por si se derrama.
Hornéalo en el micro por 70 segundos en high. En el mío funcionó perfectamente, pero coteja las instrucciones porque cada horno suele ser distinto.
Ten cuidado al sacarlo, porque está muy caliente.

Disfrútalo.


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jueves, 16 de junio de 2016

No todo lo que brilla es cerveza

“Cuando uno coge esa copa y la ve friíta, le dan ganas de seguir tomándola” decía un anuncio de cervezas de los años setenta. El texto lo decía un donsito con sombrero de paja y cara de que le gustaba beber. Si mal no recuerdo le faltaban par de dientes, y decía aquello con tal gusto que cuando editaban a la imagen de la copa de cerveza con la espuma que se desbordaba, ya yo iba camino al congelador a buscar mi fría.

Esta semana me volvió a pasar. Vi la copa friíta y me dieron ganas de seguir tomándola, pero aunque parecía una cerveza negra stout, en realidad era café frío procesado con nitrógeno. La espuma no era otra cosa que la crema; y el donsito era el de Café Don Ruíz, en el Cuartel de Ballajá en el Viejo San Juan de Puerto Rico, en donde han estado experimentando con el proceso de café a temperaturas bajísimas.


Cuartel de Ballajá, Viejo San Juan de Puerto Rico.
“Estuvimos en la Convención Mundial de Café Especial (SCAA) en Atlanta, representando a Puerto Rico con nuestro café y allí nos adiestramos en el proceso con infusión de nitrógeno. Hemos estado preparándonos desde abril para presentar un producto de alta calidad”, nos comentó el amigo Abimael Ruiz, presidente de Café Don Ruiz, mientras caminábamos por el pasillo del majestuoso edificio colonial en que se encuentra el cafebar.

Café Don Ruiz en todo apogeo, con los baristas Josué,
Marlon y Abner. A la derecha, la tostadora de café y entrada
al Museo sobre café que está en el recinto.
Para el Nitro Coffee se utiliza como base el café Don Ruiz Especial 100% Arábica de Yauco, Puerto Rico. “El colado en frío puede tardar entre 24 y 36 horas”,  comenta el barista Josué en Don Ruíz. “Entonces se envasa en barriles ‘kegs’ de metal; y finalmente se procesa con nitrógeno en el momento de servirlo.” El día en que los visité, el cafebar era toda ebullición. Además de Josué estaban los baristas Marlon y Abner, quien ha representado a Puerto Rico en competencias internacionales. 



Latte doble por el barista Marlon
de Café Don Ruiz.
El proceso de colado en frío hace el café menos ácido y más dulce. Se le puede añadir leche o crema, azúcar, almíbares de sabor y canela o chocolate. Por otro lado, la dosis de cafeína que lleva la porción es mayor a la de una taza regular de café, como un espresso o un latte.



Foto suministrada.
Bien vale la pena aventurar en esta innovadora manera de tomar el café, que por primera vez viene congelada, y vestidita de novia. Quizás se convierta en la alternativa refrescante cuando andas de paseo por San Juan, el Morro o estás en cualquiera de las fiestas tradicionales que se celebran en el área. Como dice el otro anuncio de cerveza: “Café café... y nada más.”


Chequea la página web de Café Don Ruiz en:   www.donruizstore.com

Chequea el video del café Nitro de Don Ruiz: https://youtu.be/eyXUWUP4URU

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