domingo, 30 de julio de 2017

Tres cafés y una estrella en la Luna

Calle del Cristo, antiguo San Juan, Puerto Rico
Uno no se cansa de caminar por el antiguo San Juan. Literalmente. El tamaño de los edificios y la relación que tienen con la escala del cuerpo humano hacen que el paseo sea cómodo y agradable. Es muy distinto a caminar por el área de los bancos en la Milla de Oro, en donde la escala de los edificios es incómodamente monumental, y los tirones larguísimos de estacionamiento te acompañan en el recorrido por cualquier acera.

Plaza de las Monjas.
La vieja ciudad amurallada está diseñada para cumplir con las interesantes Leyes de Indias establecidas por el Rey Carlos II de España. Entre muchas otras cosas, estas reglas obligaban a tener espacios de plazas públicas; 
Calle Tetuán, con sombra en
la acera derecha.
ordenaban la posición de las calles, de manera que durante todo el día (menos al mediodía) una de las dos aceras estuviera en sombra.


Calle de La Fortaleza en Navidad.
Por esto y porque el antiguo San Juan ha estado de moda las últimas décadas, lo que ha promovido su revitalización, es uno de los lugares más visitados durante todo el año por los puertorriqueños y turistas, que van a pasear, van de compras, van a comer o de noche a disfrutar.

Pero hablemos de tres restaurantes tradicionales en la capital de Puerto Rico: La Mallorca, La Bombonera y La Mallorquina, en el orden en que las encuentras una vez entras a la parte antigua de la ciudad desde donde estaba la Puerta hacia Tierra.

La Mallorca
Calle San Francisco #300, Viejo San Juan
“Este sitio lleva aquí sobre 80 años,” me contestó ‘Chino’, un señor que debe rondar por más o menos esa edad, que vestido con uniforme del local estaba parado en el mostrador de la salida. 

Hacía rato yo estaba por entrevistar alguno de los empleados, pero Chino entabló conversación tan pronto me acerqué, así que aproveché el momento. “Aquel era el dueño original,” me explicó señalando a la foto de un señor que está entre un conglomerado de recuerdos. “Originalmente el negocio se llamaba ‘Alvarado’, y después se lo cambió”.

Edificio de la Casa Llompart en 1921,
y el edificio en la actualidad.
Le comenté que recuerdo haber ido muchas veces a eso de mis cinco años, a comer pastelillos de carne y jugo de china, porque mi papá tenía un negocio en la calle Fortaleza, la de abajo en la misma cuadra, subiendo por el Callejón de la Capilla. La verdad es que me suena el nombre de Alvarado más que Mallorca, porque a esa edad me hubiera impresionado que un sitio se llamara como uno de mis dulces favoritos. Le conté que hace relativamente poco venía con mis padres a almorzar, como parte de un recorrido del antiguo San Juan que hacíamos todos los sábados. Entre una cosa y otra, esa actividad se dejó de hacer. Siempre recuerdo, sin embargo, el arroz con pollo y plátanos maduros fritos que almorzaba. ¡Espectacular!

He visto que el local lo han remodelado varias veces, sin embargo lo que ha quedado siempre sin tocar es un icónico foto-mural de la ciudad de Palma en Mallorca, probablemente de los 1920. 
La foto hace esquina en un espacio de mesas del restaurante, pero se puede observar desde todos lados, y la realidad es que no se puede estar ahí sin quedarse embelezado un rato mirando la ciudad.



Otra cosa que no ha cambiado es la vitrina que da hacia la calle, que mantienen siempre repleta de dulces de repostería. Es imposible pasar por la acera sin detenerse a mirar la oferta, que por supuesto incluye bandejas de “pan de mallorca”, que es una de las especialidades del local.

La Bombonera
Calle San Francisco #259, Viejo San Juan
Yo creo que son pocos los Sanjuaneros que no han pasado por La Bombonera desde su niñez. Esta parada obligada a comer mallorcas y café en el histórico lugar a cada visita al antiguo San Juan, es parte del recorrido, la caminata y el disfrute de la vieja ciudad. 

Igual que en la mención anterior, es imposible pasar por alto la vistosa vitrina en forma de bay window llena de mallorcas, cocas mallorquinas, flanes y otras delicias. Además el colorido de los azulejos le imparte una viveza especial a esta fachada, aparte del hermoso vitral que indica el nombre del restaurante.

Una vez estás adentro, y si eres como yo, que prefiero sentarme en el mostrador en vez de las mesas separadas, te enfrentas a la hermosa cafetera antigua, fabricada en Cuba por la compañía Cafeteras Nacional. De esa coladora, que brilla como un espejo, es de donde sirven el café local que ofrecen. También hay una máquina italiana para hacer espresso, pero ¡qué va!... aquí prefiero el café cola’o regular. Por pura casualidad esta mañana estaba ahí cuando Enrique puso a colar el café en el maquinón y pude -a duras penas- descifrar su complicado funcionamiento. “Ah, esta máquina funciona con presión como la de espresso y no por gravedad”, le mencioné. “Exacto”, me contestó. “Es igual que la de espresso, pero mucho más grande”. En eso, el aroma a café recién colado se apoderó de todo el restaurante.

Hace años a veces era muy difícil encontrar asiento a ciertas horas del día, porque el lugar era frecuentado por prominentes letrados, políticos y escritores, que básicamente tenían las mesas reservadas de forma vitalícia porque venían a diario a almorzar y a entablar una tertulia con sus pares que duraba hasta entrada la noche. Hace tiempo que no paso a la hora del almuerzo, pero me cuenta Enrique que ahora es bien accesible porque el horario ha cambiado y se cierra más temprano. El restaurante sirve platos de las cocinas tradicionales puertorriqueña y española.



Los fundadores y dueños originales de La Bombonera eran Antonio Rigo, un inmigrante español de Mallorca, y su primo Gabriel Abraham. En los años 1920 Rigo regresó a España y la compañía se quedó en manos de Abraham y su nuevo socio Cristobal Puig, con la empresa Puig y Abraham que aparece en el vitral. Esta empresa también fue dueña de La Mallorca en un momento. También establecieron una fábrica de mantecados que llamaron Payco. (P. A. y Co.)

La Bombonera cerró sus puertas en el año 2012, y cambió de administración. En ese momento se comenzó una extensa remodelación que llevó al restaurante a la sencilla elegancia que tiene hoy, y que lo restauró después de 110 años de trabajo ininterrumpido, a una nueva frescura.

La Bombonera, establecido en 1902, está considerado como el segundo restaurante más antiguo de Puerto Rico, aún en funcionamiento. La Mallorquina, establecido en 1848, es el primero. Antes de éstos, les antecedió el Café Turull, fundado en 1816, que ya no existe.

La Mallorquina
Calle San Justo #207, Viejo San Juan
Uno de los recuerdos más vívidos que tengo de este restaurante es que llevaban el arroz con pollo 
en un caldero pequeño a la mesa, para que el comensal se sirviera poco a poco en su plato. De ninguna manera aquello era grosero, al contrario, aquellos calderos de acero estaban relucientes, y parte de la elegancia y la diversión era el servirse uno mismo. Igualmente, alguno que otro plato se servía en una cazuela española de barro.



“El servicio ahora no es así,” me contesta Carlos Daniel, el amable mesero que me atiende en la mañana de hoy, y que se sorprende cuando le cuento la anécdota. “Ahora el arroz ya viene en la porción del comensal, aunque servido en un plato hondo, como de sopa”. Lo que me hace pensar que el ambiente de comida “como en la casa” se logra de todos modos, porque tradicionalmente el arroz se sirve en un plato llano, y probablemente sólo se sirve en un bowl de sopa en la intimidad del hogar... a menos que sea un asopa’o caldoso. “La sopa sí se sirve en un envase de barro,” me aclara Carlos.

He estado muchas veces en La Mallorquina. Cuando niño, como estudiante universitario y como adulto profesional. Siempre la visita era en ocasiones especiales que ameritaban un restaurante upscale elegante para alguna celebración o reunión. Hoy en particular llegué temprano para desayunar y tener un poco de esparcimiento, tomar fotos sin que hubiera mucha gente y entablar una corta conversación con la persona a cargo. En realidad la pasé genial, el pan de Mallorca con queso de papa y el café estaban espectaculares; el ambiente relajado inclusive afuera en la calle San Justo que se observa por las balconetas abiertas... todo perfecto.

Foto suministrada. DR.
Este local ha sido escenario de varias sesiones de fotografía y películas. La carátula del primer trabajo musical del cantautor Glenn Monroig, está tomada frente a uno de los imponentes espejos que todavía están. Glenn aparece sentado en el viejo piano en una preciosa foto de Jochi Melero. 

Yo mismo usé el restaurante para las fotos de promoción de la obra teatral “Obscenidad Crasa: Los juicios de Oscar Wilde” de Moises Kauffman, que produjo Vissepó Producciones con la dirección de Myrna Casas en 1998. En esta ocasión, con la ayuda del fotógrafo Eric Borcherding, logramos recrear allí el ambiente de un bar londinense de finales del siglo IXX. 
Lamentablemente no tengo las fotos de esa producción, en la que actuaron importantísimos actores como Dean Zayas; Jorge Luis Ramos; Jimmy Navarro; Luis Roberto Guzmán; Herman O’Neill; Ernesto Concepción, Padre; y Rocky Venegas como Oscar Wilde.

El restaurante estuvo cerrado una temporada, durante la cual cambió de administración y el local sufrió una extensa restauración. El ambiente sigue siendo igual o más elegante, definitivamente revitalizado. La mejor parte es que es un sitio con historia real que se nota, y no un lugar nuevo decorado para que parezca antiguo.

Voy a regresar bien pronto a por el arroz con pollo en plato hondo y la sopa en una vasija de barro. Seguramente eso va a hacer la experiencia mejor todavía.  

La Estrella de Italia
Calle de la Luna
En la comedia de enredos Todos los ruiseñores cantan de Luis Rechany Agrait, estrenada en el séptimo Festival de Teatro Puertorriqueño en 1964, 
Cartel original por Antonio Martorell
Foto suministrada. DR.
el dueño de un antiguo restaurante del Viejo San Juan se convierte en un fanático de la ópera cuando por error se cree que su hijo, que estudia en Milwaukee, se ha convertido en un barítono de fama internacional. El muchacho regresa para aclararlo todo, pero se topa con un gran recibimiento y los preparativos para el concierto en que se supone que cante... ¡y él no canta!... 

Desde el momento en que leí la obra pensé que Rechani había imaginado la situación en La Mallorquina, pero luego en una conversación con la dramaturga y directora Myrna Casas, me corrigió. “La locación es La Estrella de Italia, que estaba un poco más arriba, en la Calle de la Luna”, refiriéndose a que las calles tienen declive porque la parte norte de la ciudad es más elevada. “Las sillas bentwood que te gustan de mi comedor, son originales de ese café, y las adquirí cuando cerró,” me explica. Claro, yo nunca estuve en La Estrella porque cerró antes de que yo estuviera por los alrededores, así que era lógico pensar en el más viejo según mi lista.

“Originalmente el restaurante se llamaba La Casa Malatrassi y estaba en la Calle Cruz. Don Ciro Malatrassi, que era el dueño, se lo dejó al Maitre d’, que decidió mudarlo de calle y cambiarle el nombre”, me cuenta Myrna. “El personaje del dueño del restaurante está basado en el mismo Don Ciro, de quien hay cuentos fabulosos”. No es para menos, el personaje de la obra parece de caricatura, y hasta se prepara sus propias pastillas cuando está muy ansioso. “Yo almorzaba allí cuando trabajaba los veranos en la oficina de Educación a la Comunidad, DIVEDCO, entre el 1952 y el ’55”, me explica Casas.

Durante la mañana de hoy caminé de lado a lado la Calle de la Luna para ver si lograba identificar el antiguo local, pero no queda rastro de él. Tampoco estoy haciendo una investigación exhaustiva - como para entrevistar a los vecinos bien mayores, o llegarle a la biblioteca a buscar detalles - así que me limité a tomar una foto de algunos de los edificios de la calle para que tengamos una idea del ambiente que pudo rodearlo.

¿y Ahora qué?
En el antiguo San Juan, que probablemente acoge cientos de restaurantes y cafés, 
todavía se encuentra tradicionales lugares que no tienen un siglo de existencia, pero que han sido favoritos por décadas, y que muy pronto voy a reseñar. Entre ellos se encuentran El Patio de Sam; Barrachina; Café Manolín; Bárcaro Venezia; y Café Berlin;

y recuerdo algunos buenos que ya han desaparecido, y una que otra anécdota en ellos: 
• en la calle Fortaleza: 
El Siglo XX; 
La Fonda del Callejón, en el edificio que antes era de mi familia; 
El Parrot Club;

• en la calle San Francisco: 
Los Galanes, de los españoles Rosario Galán y su hermano, una pareja de baile flamenco; 
La Zaragozana, en el que cenando con la actriz Miriam Colón, acercó la vela de la mesa al menú porque no podía leer bien, y por poco nos quema

• en la calle San Sebastián: 
Amadeus, que luego se mudó al área de Hato Rey;

• en la calle Recinto Sur:
Yukiyú, de Alfredo Ayala, el primer bar de sushi en San Juan; 
Tango’s, ¡tantas veces después de las funciones en el Teatro Tapia!;

• en la calle Del Cristo:  
Chef Marisoll; 
María’s, el mexicano original; 
Casa Nostra, italiano;
los restaurantes de Franco Secarelli;

detrás del Teatro Tapia: 
La Chaumiere, que era francés.

Después de mucho trabajo e investigación, este texto ha estado a punto de ser un buen artículo... pero seguro que el próximo lo será. A eso voy. ¡Salud!




Nota: Puede que algún detalle particular se haya escapado o no esté del todo correcto, pero mi intención es sólo entretener con un texto ameno y rápido, a la vez que documento un poco de la historia para que no desaparezca del todo. La mayor parte de la información la consigo de las mismas personas que la viven o la recuerdan. Te invito a que visites las excelentes bibliotecas que tenemos en la Isla, para que obtengas información a fondo de los temas que menciono limitadamente. 

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1 comentario:

  1. Hola, no se si sigues publicando pero este relato de los sitios icónicos del Viejo San Juan me ha traído gratos recuerdos de los setenta y ochenta. Tanto es así que recuerdo como ayer un negocio en Plaza Las Américas llamado, creo, CAfé Madrid cerca de la antigua Farmacia González, y al frente del antiguo Supermercado Pueblo. Ahí comprabamos todos los sábados churros. Una delicia.

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