lunes, 17 de junio de 2013

Lo que tu digas, querida. Whatever.


Celia cantaba que la vida es un carnaval. Yo más bien creo que la vida es un cine. He visto muchas películas, y a veces remakes del mismo libreto con distinto protagonista. Lo bueno es que si no me agrada, no tengo que terminar de verla... y como no soy crítico de cine, tampoco tengo que comentarla.

Como la del chamaco que preña a la one-night stand: lo obligan a quedarse ahí con un bebé y una mujer que no quiere, y tiene que dejar la escuela para ponerse a trabajar. A la larga se acostumbra a esa vida y colorín colorado.

De esa misma he visto mucha variación, usualmente con más o menos drogas... como la del bartender que hacía una buena compra de ácido que le duraba par de semanas. Se encerraba en el aparment hasta que la terminaba, y entonces salía a buscar trabajo de nuevo para empezar el mismo ciclo. En una de esas, encaja con la historia anterior y la película termina igual. De esa, me gustó la nena que escogieron para el papel de “bebé”. Era bien chula.

Si la película se pone muy tenebrosa, dejo el DVD corriendo y me voy a hacer pop-corn a la cocina. En ese tiempo pasan las escenas que no quiero ver, y aunque después estoy un poco perdido, igual estoy más distante.

“Todo aquel que piense que la vida siempre es cruel, tiene que saber que no es así. Que tan solo hay momentos malos... y todo pasa.”

También hay películas con historias de triunfo. De esas he visto algunas muy buenas. Las mejores son las de gente humilde que llega a posiciones altas a fuerza de trabajo y talento, casi siempre en el mundo de las artes, como Flashdance o Billy Elliot
Esas películas me llenan el espíritu y las veo hasta el final, aunque ese triunfo es a veces dudoso, por lo menos en mi mente. Supe de un filme en que la muchacha estudia fuertemente para ser actriz. Finalmente llega a Hollywood y trabaja de mesera el resto de su vida en espera del famoso break.  Hay otra en que la protagonista se hace estrella de películas porno. Sólo he visto los trailers de esa, pero ya vi Boogie Nights con Marky Mark y no me gustó el final.

Una que me conmovió fue la del muchacho que molestaban en la escuela superior porque era bien afeminado. Bullying le llaman ahora. A los 35 años cuando su clase graduada lo trata de conseguir para que vaya a la fiesta de aniversario, lo encuentra viviendo enclaustrado en su casa, cuidando a su mamá enferma. Sin Facebook, ni celular, ni ninguna otra conección con el mundo del cual se separó justo al graduarse. No aceptó la invitación, mucho menos para juntarse con el grupo de gente que cambió su vida para siempre. Esa terminó muy mal, con una escena de los compañeros cantando y bailando muy contentos y muy borrachos en la fiesta. Lo que no sale es qué pasó con el muchacho finalmente, cuando la mamá muere. Voy a chequear en Amazon a ver si consigo el libro de la película, porque casi siempre el libro tiene más detalles que lo que ponen en el filme.

“Todo aquel que piense que esto nunca va a cambiar, tiene que saber que no es así. Que al mal tiempo, buena cara... y todo cambia.”

Hace par de semanas comencé a ver una peli en la que el protagonista se envalentona después de ser maltratado en una congregación religiosa, por decir que nació como producto de una aventura entre el pastor y su mamá. El tipo va a la corte y el juez obliga al poderoso pastor a un examen de DNA, que sale positivo. En eso me llamaron por teléfono, y no terminé de ver en qué acaba. Tengo que ir al Video-Club a ver si la saco.

“Todo aquel que piense que la vida es desigual tiene que saber que no es así. Que la vida es una hermosura... hay que vivirla.”

Tuve un maestro que hacía su propia versión de la frase sobre “inventar la rueda”. Decía que era como reinventar un martillo: que por un lado clava, y por el otro desclava. Le puedes poner imán, mango más largo o más corto, hacerlo de metal o madera, pero el concepto del martillo no lo puedes mejorar. Creo que así mismo son los libretos de la vida, que ya están escritos. Como cuando haces la historia de Hamlet con animales en caricatura y la llamas “Lion King”. Pues así.

La historia de Celia también es memorable, y también es predecible. Falta la segunda parte, en la que sabemos en qué termina la lucha de Cabecita de Algodón por la herencia. Es el mismo final del libreto de “Michael Jackson: The Legend”. Todos terminan muertos, y los chavos se los disfruta otro.

¡Ay!, no hay que llorar, que la vida es un carnaval y las penas se van cantando.

Si, Celia. Lo que tu digas, querida. Whatever.

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